Las Madres Buscadoras de Sonora encontraron cerca de 30 fosas en un predio localizado en el camino al Choyudo
«Podríamos estar pisando a nuestros hijos sin saberlo», es lo que piensan las integrantes del colectivo Madres Buscadoras de Sonora en medio de un predio localizado en el camino al Choyudo que es utilizado posiblemente por la mafia como un “panteón clandestino”.
Son poco más de las nueve de la mañana del sábado 13 de enero y las mujeres buscadoras han dejado atrás el cansancio que les dejó la búsqueda del día anterior, el dolor de pies que algunas tienen y la gripe que a otras miembros las lleva atormentando desde ya hace unas semanas. Lo han dejado todo por responder a un llamado anónimo en el que les han dicho que en este lugar de Hermosillo entierran cuerpos.
El inmenso ejido es el lugar perfecto para el ocultamiento. Desde el Aeropuerto Internacional de Hermosillo no podrías hacerte menos de una hora en carro particular; el transporte público no llega y acceder a los servicios de aplicaciones como Uber, Didi o inDrive es complicado porque entre tantos kilómetros de tierra está imposible dar una ubicación exacta. Prácticamente nadie va, a menos que sea un posible criminal que pretenda ocultar algo o una madre con un hijo desaparecido con la esperanza de hallarlo.
La búsqueda inicia con un Padre nuestro…
El día ha comenzado y no hay vuelta atrás. Parece que el monte es una fuente de energía para las madres, hijas, hermanas y esposas que buscan a sus desaparecidos. Ellas no pierden ni un segundo porque cada centímetro de la tierra que pisan es una probabilidad de encontrar a su corazón perdido, el de alguna de sus compañeras o el de las decenas de familias que tienen un lugar vacío en la mesa.
Los segundos vuelan cuando están en campo, pero aún así por nada del mundo pueden iniciar a remover el suelo sin haber hecho la oración del día. Jazmín, una de las integrantes con mayor participación en el colectivo, pide fortaleza a Dios para sacar adelante la búsqueda y convoca a iniciar el rezo.
Las mujeres se toman de las manos en forma de círculo. En medio de la nada parecen una sola recitando con enorme fe el “Padre de nuestro que estás en el cielo…”, ese mismo cielo que está tan azul, que da la apariencia de estar feliz por cubrirlas.
—Jorge Hernández— grita “mamá Linda”, el nombre de su hijo desaparecido.
—Ariel León — le sigue Marcia.
— Bryan Ulises— continúa Ana Luz.
La señora Normita nombra a su hijo Daniel Antonio; Baudelia llama a José Guadalupe; Jenni repite a Bryan; Ceci evoca a Marco y Alex; Yaz pide por su esposo Jesús Abraham y así la lista sigue hasta orar por todos los desaparecidos de México. Terminan el acto con un Ave María, un aplauso e inician a buscar entre la tierra con una sola pala. Una.
Sólo en México y países donde desaparecen personas todos los días, encontrar cuerpos, o restos de estos, enterrados en panteones clandestinos puede ser un acto de paz. Esta mañana uno de los gritos más frecuentes fue el de “positivo, positivo”, la forma en la que las integrantes del colectivo Madres Buscadoras de Sonora identifican un punto con víctimas bajo la tierra.
No cuentan con herramientas de última tecnología para hallar a personas sin vida. Pero, tener a alguien desaparecido ha obligado a esta familia de mujeres a volverse expertas en todo: aprenden a leer coordenadas, identifican posibles zonas de riesgo, incluso llegan hasta los sitios donde una vez algún criminal asesinó a su víctima. Pese a esto, el amor le gana al miedo.
En cada pedazo de tierra removida se paran y comienzan a analizarla. Sin estar bajo ella, pueden olerla e identificar si entre sus partículas hay sangre o grasa humana. Lo único que tienen para hacerlo es la llamada «varilla vidente«, un instrumento en forma de “T” que encajan en la superficie y al sacarlo, se dan cuenta si deben o no continuar indagando en ese sitio.